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Los tarahumaras festejaban así toda la noche, y a la mañana siguiente se levantaban para enfrentarse en una carrera que podía durar no tres kilómetros, ni dos horas, sino dos días enteros. Según el historiador mexicano Francisco Almada, un campeón tarahumara corrió una vez 435 millas, el equivalente a salir a correr en New York y no parar hasta acercarse a Detroit.