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  • Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo". El discípulo debe decirse a sí mismo las mismas palabras que Pedro dijo de Cristo cuando le negó: "No conozco a este hombre". La abnegación no es nunca una serie de actos aislados de mortificación o de ascetismo. No es un suicidio, porque incluso en eso hay un elemento de voluntad propia. Negarse a sí mismo es ser consciente sólo de Cristo y no más de uno mismo, ver sólo al que va delante y no más el camino que es demasiado duro para nosotros. Una vez más, todo lo que la negación de uno mismo puede decir es: "Él nos marca el camino, mantente cerca de él.

    Dietrich Bonhoeffer (2012). “The Cost of Discipleship”, p.88, Simon and Schuster