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Kate parecía haber doblado su tamaño. Había echado hacia atrás sus anchos hombros y afirmado la mandíbula, y algo en aquella postura recordaba la ferocidad contenida de una leona. Pero fue la ferocidad de los brillantes ojos azules de Kate lo que más llamó la atención. El tipo de mirada que te hacía agradecer que no fuera tu enemiga. "No se va a acabar -dijo Kate con firmeza- hasta que nosotros lo digamos.