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Los pesados párpados se abrieron de golpe. Jack se quedó helado. Un enorme ojo dorado y ámbar, tan grande como un plato de comida, le miraba fijamente. La pupila oscura se contrajo, enfocándose. Jack se quedó muy quieto. La cabeza colosal se giró y el labio escamoso quedó a un metro de Jack. Los ojos dorados le miraron, arremolinados con un color ardiente. Jack respiró entrecortadamente. No parpadees. No parpadees... Dos ráfagas de viento brotaron de las fosas nasales del wyvern Jack saltó en línea recta, rebotó en el suelo en otro salto y se encaramó al árbol más cercano. En el claro, Gastón se agachó, carcajeándose como un idiota. '¡No tiene gracia!