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  • Hay una honestidad en el mundo de los lobos que es liberadora. No hay diplomacia, ni decoro. Le dices a tu enemigo que lo odias; muestras tu admiración confesando la verdad. Esa franqueza no funciona con los humanos, que son maestros del subterfugio. ¿Este vestido me hace parecer gorda? ¿Me quieres de verdad? ¿Me has echado de menos? Cuando una persona pregunta esto, no quiere saber la verdadera respuesta. Quiere que le mientas. Después de dos años viviendo con lobos, había olvidado cuántas mentiras hacen falta para construir una relación.