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  • Cuando se miraba en las fotos de su boda, Ammu sentía que la mujer que le devolvía la mirada era otra. Una tonta novia enjoyada. Su sari de seda color atardecer bañado en oro. Anillos en cada dedo. Puntos blancos de pasta de sándalo sobre sus arqueadas cejas. Al mirarse así, la suave boca de Ammu se torcía en una pequeña y amarga sonrisa al recordar, no la boda en sí, sino el hecho de haberse dejado decorar con tanto esmero antes de que la llevaran a la horca. Parecía tan absurdo. Tan inútil. Como pulir leña.

    Arundhati Roy (2002). "El dios de las pequeñas cosas", p.43, Penguin Books India