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  • Y luego estaba Tick. El pequeño y valiente Tick, que había volado hacia un ejército de ratas para salvar a su hermanita. Tick - que nunca hablaba mucho. Tick - que compartía su comida. Tick, que al fin y al cabo no era más que una cucaracha. Sólo una cucaracha que había dado todo el tiempo que le quedaba para que Boots pudiera tener más. Gregor apretó los dedos de Botas contra sus labios y sintió cómo lágrimas hirvientes empezaban a resbalar por sus mejillas. No había llorado, no en todo el tiempo que llevaba aquí abajo, y había habido muchas cosas malas. Pero, de algún modo, el sacrificio de Tick había aplastado la delgada cáscara que quedaba entre él y la tristeza.