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  • Pero el yelmo tenía adornos de oro, y los armeros a medida habían fabricado un nuevo y reluciente peto con inútiles ornamentos dorados. Sam Vimes se sentía como un traidor de clase cada vez que se lo ponía. Odiaba que pensaran de él que era una de esas personas que llevaban estúpidas armaduras ornamentales. Era dorado por asociación.