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  • En el jardín no había nada que no fuera como ellos, nada que no comprendiera lo maravilloso de lo que les estaba ocurriendo, la inmensa, tierna, terrible, desgarradora belleza y solemnidad de los Huevos. Si hubiera habido una sola persona en aquel jardín que no supiera en lo más íntimo de su ser que si se llevara o hiriera a un Huevo, el mundo entero giraría y se estrellaría en el espacio y llegaría a su fin... no habría habido felicidad ni siquiera en aquel aire dorado de primavera.