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  • Quería preocuparse, pero no podía. Porque se había ido y ya no podría volver. Las puertas estaban cerradas, el sol se había puesto, y no quedaba más belleza que la belleza gris del acero que resiste a todos los tiempos. Incluso la pena que hubiera podido soportar quedó atrás, en el país de la juventud, de la ilusión, de la riqueza de la vida, donde habían florecido sus sueños de invierno.

    F. Scott Fitzgerald (2004). “The Complete Short Stories, Essays, and a Play”, p.530, Simon and Schuster