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  • Érase una vez, cuando los hombres y las mujeres surcaban los aires con alas de metal, cuando llevaban los pies palmeados y caminaban por el fondo del mar, aprendiendo el habla de las ballenas y las canciones de los delfines, cuando las apariciones de pastores tejanos y houris de carne nacarada y joyas brillaban en el crepúsculo en las laderas de Nicaragua, cuando la gente de Noruega y Tasmania, en pleno invierno, podía soñar con fresas frescas, dátiles, guayabas y frutas de la pasión y encontrarlas a la mañana siguiente en sus mesas, había una mujer que era en gran medida irrelevante, y por lo tanto feliz.

    FaceBook post by A.S. Byatt from Aug 27, 2011