Mire, Sra. McGillicuddy, no es culpa mía que su hijo saltara por la ventana de un dormitorio en Nochebuena. He escrito más de cincuenta libros como profesor de Columbia, ¿de acuerdo? No se hace eso dándole la mano a cada estudiante en riesgo que dice que extraña su casa, o que se está volviendo gay, o que el perro se comió su trabajo. Escribo sobre Lincoln, la libertad y las grandes ideas. No siempre tengo tiempo para los estudiantes. Es como Dean Martin solía decir: si quieres hablar, ve a un cura. Oye... ¿para qué es el arma?