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El sol poniente quemaba el cielo de rosa y naranja en los mismos tonos brillantes que los trajes de baño de los surfistas. Era un bello engaño, pensó Bosch, mientras conducía hacia el norte por la autopista de Hollywood, hacia su casa. Las puestas de sol hacían eso aquí. Te hacían olvidar que era el smog lo que hacía sus colores tan brillantes, que detrás de cada imagen bonita podía haber una historia fea.