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Perderse no era tanto una cuestión de geografía como de identidad, un deseo apasionado, incluso una necesidad urgente, de convertirse en nadie y en cualquiera, de sacudirse los grilletes que te recuerdan quién eres, quién creen los demás que eres.
Perderse no era tanto una cuestión de geografía como de identidad, un deseo apasionado, incluso una necesidad urgente, de convertirse en nadie y en cualquiera, de sacudirse los grilletes que te recuerdan quién eres, quién creen los demás que eres.