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Lo que más le irritaba era que no dejaban de ignorar sus argumentos con sonrisas condescendientes, haciéndola sentir como una adolescente a la que le preguntan los deberes. Sin llegar a pronunciar una sola palabra inapropiada, mostraban hacia ella una actitud tan antediluviana que resultaba casi cómica. No deberías preocupar tu bonita cabeza por asuntos complejos, niñita.