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Es casi seguro que cada átomo que posees ha pasado por varias estrellas y ha formado parte de millones de organismos hasta convertirse en ti. Cada uno de nosotros es tan numeroso atómicamente y se recicla tan vigorosamente al morir que un número significativo de nuestros átomos -hasta mil millones por cada uno de nosotros, según se ha sugerido- probablemente pertenecieron alguna vez a Shakespeare. Mil millones más pertenecieron a Buda, a Gengis Kan, a Beethoven y a cualquier otra figura histórica.