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La apología más absurda de la autoridad y la ley es que sirven para disminuir la delincuencia. Aparte del hecho de que el Estado es en sí mismo el mayor criminal, violando todas las leyes escritas y naturales, robando en forma de impuestos, matando en forma de guerra y pena capital, ha llegado a un punto muerto absoluto para hacer frente a la delincuencia. Ha fracasado rotundamente a la hora de destruir o incluso minimizar el horrible azote de su propia creación.