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  • El cristiano sano no es necesariamente el cristiano extrovertido y exultante, sino el cristiano que tiene un sentido de la presencia de Dios impreso profundamente en su alma, que tiembla ante la palabra de Dios, que la deja morar en él ricamente mediante la meditación constante sobre ella, y que prueba y reforma su vida diariamente en respuesta a ella.