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Miró a la pequeña doncella y ella le miró a él; y sintió que se derretía, pero aún así consiguió mantenerse erguido, empuñando su arma con valentía. De pronto se abrió una puerta, la corriente de aire alcanzó a la pequeña bailarina y ella revoloteó como una sílfide, directa hacia el fuego, hacia el soldado, ¡se encendió y desapareció! A la mañana siguiente, cuando la criada retiró las cenizas, lo encontró en forma de un pequeño corazón de hojalata. De la bailarina sólo quedaba su lentejuela, quemada como un carbón.