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  • Miró a la pequeña doncella y ella le miró a él; y sintió que se derretía, pero aún así consiguió mantenerse erguido, empuñando su arma con valentía. De pronto se abrió una puerta, la corriente de aire alcanzó a la pequeña bailarina y ella revoloteó como una sílfide, directa hacia el fuego, hacia el soldado, ¡se encendió y desapareció! A la mañana siguiente, cuando la criada retiró las cenizas, lo encontró en forma de un pequeño corazón de hojalata. De la bailarina sólo quedaba su lentejuela, quemada como un carbón.

    Hans Christian Andersen (1993). “Andersen's Fairy Tales”, p.103, Wordsworth Editions