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El símil poético se limitaba estrictamente a afirmaciones como "su poderoso corcel era tan veloz como el viento en un día bastante tranquilo, digamos de fuerza tres", y cualquier comentario suelto sobre que la amada tenía un rostro que lanzaba mil barcos debía ir respaldado por pruebas de que el objeto de deseo se parecía efectivamente a una botella de champán.