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Tuve que dejar de relacionar cada cosa que me pasaba con Kennedy. Entonces me di cuenta de que él seguía siendo mi defecto. Durante los últimos tres años, nos habíamos convertido el uno en el hábito del otro. Y aunque él había roto su hábito conmigo cuando se marchó, yo no había roto mi hábito con él. Seguía atándolo a mi presente, a mi futuro. La verdad era que ahora sólo pertenecía a mi pasado, y ya era hora de que empezara a aceptarlo, por mucho que me doliera hacerlo.