Para triunfar necesitamos líderes de idealismo inspirado, líderes a los que se les concedan grandes visiones, que sueñen en grande y se esfuercen por hacer realidad sus sueños; que puedan encender al pueblo con el fuego de sus propias almas ardientes. Por el momento, el líder, sea quien sea, no es más que un instrumento, para ser utilizado hasta que se rompa y luego ser desechado; y si vale la pena, no le importará cuando se rompa más de lo que le importa a un soldado cuando se le envía donde su vida se pierde para que se pueda ganar la victoria.