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Las bayas. Me doy cuenta de que la respuesta a quién soy está en ese puñado de fruta venenosa. Si las guardé para salvar a Peeta porque sabía que me rechazarían si volvía sin él, entonces soy despreciable. Si las retuve porque lo amaba, sigo siendo egocéntrica, aunque perdonable. Pero si los retuve para desafiar al capitolio, soy alguien de valor. El problema es que no sé exactamente lo que estaba pasando dentro de mí en ese momento.