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Adiós, pero déjame conservar la esperanza de la que no puedo separarme. El desprecio puede herir, y la frialdad enfriar, Pero aún persiste en mi corazón. ¿Y quién puede decir si el Cielo, al fin, responderá a mis mil plegarias, y hará que el futuro pague al pasado con alegría por la angustia, sonrisas por las lágrimas?