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Estamos tan convencidos de la bondad de nosotros mismos, y de la bondad de nuestro amor, que no soportamos creer que pueda haber algo más digno de amor que nosotros, más digno de adoración. Las tarjetas de felicitación nos dicen habitualmente que todo el mundo merece amor. No. Todo el mundo merece agua limpia. No todo el mundo merece amor todo el tiempo.