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Cuando estaba en el instituto me pregunté en un momento dado: "¿Por qué me importa que el equipo de mi instituto gane el partido de fútbol? No conozco a nadie del equipo, no tienen nada que ver conmigo... ¿por qué estoy aquí y aplaudo? No tiene ningún sentido". Pero la cuestión es que sí tiene sentido: es una forma de construir actitudes irracionales de sumisión a la autoridad y cohesión de grupo detrás de elementos de liderazgo. De hecho, es un entrenamiento en el patrioterismo irracional. Esa es también una característica de los deportes de competición.