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De todas las mentiras universales que aceptaba sin rechistar, el final feliz era la más absurda. El héroe y la heroína vivían felices para siempre, y el final parecía indiscutible, definitivo. No se planteaban preguntas sobre cuánto dura el amor o la felicidad en ese "para siempre" que puede dividirse en vidas, años, meses. Incluso días.