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En los espejos de los muchos juicios, mis manos tienen el color de la sangre. A veces me imagino un mal que existe para oponerse a otros males; y en ese gran Día del que hablan los profetas pero en el que no creen de verdad, el día en que el mundo quede totalmente limpio de maldad, entonces yo también descenderé a las tinieblas, tragando maldiciones. Hasta entonces, no me lavaré las manos ni dejaré que cuelguen inútilmente.