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  • ¿No basta con que no podamos hacernos felices los unos a los otros, debemos también robarnos los unos a los otros los placeres que cualquier corazón puede permitirse de vez en cuando? Y nómbrame una persona que en un mal momento sea lo suficientemente decente como para ocultarlo, para soportarlo a solas, sin destruir la alegría a su alrededor. ¿No es más bien una insatisfacción interior con nuestra propia indignidad, una aversión a nosotros mismos que siempre va asociada a la envidia agravada por un necio engreimiento? Vemos a la gente feliz y no hecha feliz por nosotros, y eso es insoportable.