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No sé por qué existe esta diferencia, pero estoy seguro de que Dios no hace esperar a nadie a menos que vea que es bueno que espere. Cuando entres en tu habitación, descubrirás que la larga espera te ha hecho algún tipo de bien que no habrías tenido de otra manera. Pero debes considerarla como una espera, no como una acampada. Debes seguir rezando para que haya luz y, por supuesto, incluso en el vestíbulo, debes empezar a intentar obedecer las normas que son comunes a toda la casa. Y, sobre todo, debes preguntarte qué puerta es la verdadera, no cuál te gusta más por su pintura y sus paneles.