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Nos han enseñado a desearlo, pero el deseo de ser comprendidos puede ser nuestra exigencia más vengativa, puede ser la forma en que nos aferramos, de adultos, al rencor contra nuestras madres; la forma en que nunca dejamos que nuestras madres se libren de no satisfacer todas nuestras necesidades. Querer que nos comprendan, como adultos, puede ser nuestra forma más violenta de nostalgia.