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La luz rosa pálido del amanecer centelleaba en ramas, hojas y piedras. Cada brizna de hierba estaba tallada en esmeralda, cada goteo de agua se convertía en diamante. Tanto las flores como las setas lucían capas de cristal. Incluso los charcos de barro tenían un brillante brillo marrón. A través del verdor resplandeciente, las tiendas negras de sus hermanos se cubrían de un fino glaseado de hielo. Así que, después de todo, hay magia más allá del Muro.