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Tuve la sensación de que Poseidón no sabía qué pensar de mí. No sabía si estaba contento de tenerme como hijo o no. De una manera extraña, me alegré de que Poseidón fuera tan distante. Si hubiera tratado de disculparse, o me hubiera dicho que me amaba, o incluso hubiera sonreído, se habría sentido falso. Como un padre humano, con una excusa poco convincente para no estar cerca. Podía vivir con eso. Después de todo, yo tampoco estaba segura de él todavía.