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Entonces llaman a la puerta. Todos intercambiamos miradas, la de Tommy Falk tan insegura como la del resto. Nadie se mueve, así que finalmente me limpio las manos en los pantalones, me acerco a la puerta y la abro un poco. Sean está al otro lado, con una mano en el bolsillo del pantalón y la otra sujetando una barra de pan. No estaba preparada para que fuera Sean, así que mi estómago hace un pequeño truco que parece o bien hambre o bien huida.