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Hermosa Cordelia, que eres la más rica, siendo pobre; la más escogida, abandonada; y la más amada, despreciada. De ti y de tus virtudes me apodero: Si es lícito, recojo lo que se ha desechado. ¡Dioses, dioses! Es extraño que de su fría negligencia Mi amor se encienda en inflamado respeto. Tu hija sin dote, rey, arrojada a mi suerte, es reina de nosotros, de la nuestra y de nuestra bella Francia: Ni todos los duques de la aguada Borgoña pueden comprarme esta preciosa doncella. Despídete de ellos, Cordelia, aunque no seas amable: Tú pierdes aquí, un mejor lugar para encontrar.