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Dios nos habla a cada uno de nosotros mientras nos hace, y luego camina con nosotros silenciosamente desde la noche. Estas son las palabras que oímos tenuemente: Tú, enviado más allá de lo que recuerdas, ve hasta los límites de tu anhelo. Encarnadme. Arde como una llama y crea grandes sombras en las que pueda moverme. Deja que todo te suceda: la belleza y el terror. Sigue adelante. Ningún sentimiento es definitivo. No te permitas perderme. Cerca está el país que llaman vida. Lo conocerás por su seriedad. Dame la mano.