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No sabía ni le importaba si eran magos o muggles, amigos o enemigos; lo único que le importaba era que una mancha oscura se extendía por la frente de Dobby y que éste había extendido los delgados brazos hacia Harry con una mirada de súplica. Harry lo cogió y lo tumbó de lado sobre la hierba fresca. "Dobby, no, no te mueras, no te mueras...". Los ojos del elfo lo encontraron, y sus labios temblaron por el esfuerzo de formar palabras. "Harry... Potter..." Y luego, con un pequeño estremecimiento, el elfo se quedó inmóvil, y sus ojos no eran más que grandes orbes vidriosos, salpicados de la luz de las estrellas que no podían ver.