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Pensar en el exilio es extrañamente atractivo, pero vivirlo es terrible. Es la grieta insalvable que se abre entre el ser humano y su lugar de origen, entre el yo y su verdadero hogar: su tristeza esencial nunca puede superarse. Y aunque es cierto que la literatura y la historia contienen episodios heroicos, románticos, gloriosos e incluso triunfantes en la vida de un exiliado, no son más que esfuerzos destinados a superar el dolor paralizante del extrañamiento.