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El amor, por su propia naturaleza, es ajeno al mundo, y es por esta razón, más que por su rareza, que no sólo es apolítico sino antipolítico, quizá la más poderosa de todas las fuerzas antipolíticas.
El amor, por su propia naturaleza, es ajeno al mundo, y es por esta razón, más que por su rareza, que no sólo es apolítico sino antipolítico, quizá la más poderosa de todas las fuerzas antipolíticas.