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Gracias a Dios, la primera nevada fue un recordatorio: por muy viejo que uno se hiciera y por mucho que hubiera visto, las cosas podían seguir siendo nuevas si uno estaba dispuesto a creer que aún importaban.
Gracias a Dios, la primera nevada fue un recordatorio: por muy viejo que uno se hiciera y por mucho que hubiera visto, las cosas podían seguir siendo nuevas si uno estaba dispuesto a creer que aún importaban.