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  • ¡Oh Helena, diosa, ninfa, perfecta, divina! ¿Con qué, amor mío, compararé tu ojo? El cristal es turbio. ¡Oh, qué maduros se muestran tus labios, esas cerezas besuconas, que crecen tentadoras!

    William Shakespeare, Trevor R. Griffiths (1996). “A Midsummer Night's Dream”, p.159, Cambridge University Press