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Parece injusto que las Navidades, con sus estresantes e inmanejables retos financieros y emocionales, primero nos sean impuestas en contra de nuestra voluntad y luego nos sean arrebatadas cuando empezamos a disfrutarlas. Estaba empezando a disfrutar de la sensación de que se suspendía el servicio normal y que estaba bien estar en la cama todo el tiempo que quisieras, meterte en la boca cualquier cosa que te apeteciera y beber alcohol siempre que se te pasara por delante, incluso por las mañanas. Ahora, de repente, se supone que todos tenemos que autodisciplinarnos como galgos adolescentes.