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  • Rezo para no ser tan quejica y obsesionada conmigo misma, y doy gracias porque ya no soy tan mala como antes (hablando de milagros). Entonces surge algo, reacciono de forma exagerada, me culpo y me enfurruño, y parece que no he hecho ningún progreso. Pero resulta que soy menos mocosa que antes, y aprieto el botón de reinicio mucho antes, me sacudo y recupero el sentido del humor.