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  • Esto es lo único que espero: que nunca se detuviera. Espero que cuando su cuerpo ya no pudiera correr más, lo dejara atrás como todo lo que intentaba retenerla, pisara a fondo el pedal y se lanzara como una loca, corriendo por las autopistas nocturnas con las dos manos fuera del volante y la cabeza hacia atrás gritando al cielo como un lince, con las líneas blancas y las luces verdes alejándose en la oscuridad, los neumáticos a centímetros del suelo y la libertad subiendo por su columna vertebral.