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La paz que se nos ofrece no es una paz libre de tragedia, enfermedad, bancarrota, divorcio, depresión o angustia. Es una paz arraigada en la confianza de que la vida que Jesús nos da es más profunda, más amplia, más fuerte y más duradera que cualesquiera que sean nuestras circunstancias actuales, porque todo lo que vemos no es todo lo que hay y la última palabra sobre nosotros y nuestra lucha aún no se ha dicho.