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Empezó a llorar, no histéricamente ni gritando como llora la gente cuando se le ocultan las lágrimas, sino con sollozos continuos quien acaba de descubrir que está solo y que lo estará durante mucho tiempo. Lloraba porque la seguridad y la razón parecían haber abandonado el mundo. La soledad era una realidad, pero en esta situación la locura también era remotamente una posibilidad.