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Dado que los principios, o ideologías, opuestos son irreconciliables, las guerras libradas por principios serán guerras de aniquilación mutua. Pero las guerras libradas por simple codicia serán mucho menos destructivas, porque el agresor tendrá cuidado de no destruir lo que lucha por capturar. Los hombres razonables -es decir, humanos- siempre serán capaces de transigir, pero los hombres que se han deshumanizado convirtiéndose en adoradores ciegos de una idea o un ideal son fanáticos cuya devoción a las abstracciones los convierte en enemigos de la vida.