Una persona solitaria y callada tiene observaciones y experiencias que son a la vez más indistintas y más penetrantes que las de alguien más gregario; sus pensamientos son más pesados, más extraños y nunca sin un tinte de tristeza. . . . La soledad fomenta lo que es original, audaz y desconcertantemente bello, poético. Pero la soledad también fomenta lo perverso, lo incongruente, lo absurdo, lo prohibido.