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  • Pero, ella lo sabía, no tenías por qué casarte con tu alma gemela, y ni siquiera tenías por qué casarte con un Interesante. No tenías que ser siempre la deslumbrante, la petarda, la que hacía reír a todo el mundo, o la que hacía que todo el mundo quisiera acostarse contigo, o la que escribía y protagonizaba la obra que se llevaba la ovación del público. Podrías dejar de obsesionarte con la idea de ser interesante.