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  • Lo más notable de él eran sus ojos. Eran ojos risueños, a la vez alegres y tiernos: eran del radiante azul pálido de un cielo que se desliza hacia el atardecer en el Cielo, cuando los ángeles que habían sido dulces todo el día se sienten tentados a pecar.

    Cassandra Clare, Sarah Rees Brennan (2013). “Vampires, Scones, and Edmund Herondale”, p.8, Simon and Schuster